Esteban, el Director de nuestra historia, asume que su primera responsabilidad es asegurar que todos los que estudian en su colegio aprendan de verdad. No está dispuesto a vivir sumergido entre papeles y resoluciones. Sabe que no está dirigiendo una oficina de contabilidad sino un colegio y que eso le exige preocuparse por lo que pasa en las aulas.
Pero sus docentes no piensan lo mismo. Han estado acostumbrados por años a directores que no se meten con ellos, a cambio de que ellos tampoco se metan con él. Directores prisioneros de sus oficinas y de su despacho diario, que se ocupan de los horarios, los permisos y los trámites ante la autoridad educativa local, pero no de lo bien o lo mal que enseñan los maestros de su colegio. Por eso no pararon hasta botarlo.
El Proyecto Educativo Nacional propone un cambio drástico en el enfoque de la gestión escolar, convirtiendo la dirección en una función de liderazgo pedagógico. Para que los colegios aprendan a hacerse cargo de los buenos resultados de aprendizaje, es indispensable que el director rompa la cápsula de papeles en la que está hoy encerrado.
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